La madre del año… Esa no soy yo


No soy la madre del año.

niña, mamá, madre del año, hijosNo fui una niña «normal»; el chip de madre vino apagado. No me gustaban las muñecas,  si acaso tuve dos o tres pero tipo Barbie; a diferencia de mis hermanas que en Navidad o Reyes amaban recibir de aquellas que lloraban o que hacían pipí y popó.  Lo mío, lo mío era un libro, cuentos para iluminar, patines, discos, ropa y zapatos.

Ya para mi adolescencia y juventud tenía muy definidas mis metas: hacer una carrera universitaria, trabajar, darme mis gustos, divertirme.  Matrimonio e hijos, estaban lejanos.  El chip seguía apagado.

Terminé la universidad y entonces caí en las garras de Cupido, por lo que el rumbo del barco cambió un poquito y a los 21 años me casé, pero hijos, «ahorita no muchas gracias» . No, no era niñera para nada, es más, me rechocaban los escuincles latosos, ruidosos y chillones; mucho menos estaba yo dispuesta a cambiar pañales, preocuparme de vacunas y otras monerías. Pero, lo más importante, no tenía la menor intención de sacrificar mi libertad de movimiento y mi sagrado sueño.

Casada sí, pero la fiesta seguía.  Hice un posgrado, conocí todas las discotecas de la época, viajé, me compré todo lo que quise.

No faltaba entre la familia y los amigos el «¿para cuándo el bebé? «, «vas a ser abuela en lugar de mamá», «¿entonces para qué te casaste?  y fastidiada respondía:  Voy a tener hijos cuando tenga ganas. Punto.

El siguiente paso

niña, mamá, madre del año, hijosY así pasaron 5 largos años y fue entonces que la euforia de la fiesta, la paseada y el despilfarre dieron paso a un estado más sereno, me sentí lista para pasar al siguiente nivel. Ya no me parecían tan chocantes las criaturas y había algunos que hasta me caían bien. Ya tenía una sobrina que era un encanto, entonces el chip se activó.

A los 27 años me convertí en madre por primera vez; un varón. A los 30, porque no me dejaron antes, tuve una niñita.  Y ahí se cerró la fábrica. Tuve buenos embarazos en general y disfruté enormemente mis pancitas. Decoré sus cuartos y cunas con alegría y entusiasmo. Escogí sus nombres con amor y cuidado; me sentía plena, fueron niños por demás deseados y esperados.  Así que no importó que el pelo se me arruinará, los dientes casi se me acabaran, y que yo no pudiera tomar agua sin que me dieran agruras. Exacto, las cosas que nadie te dice de estar embarazada.  Jijiji.

La peor

Dados los estándares que leo hoy en los blogs de crianza, fui una pésima madre. La lactancia duró 15 días en ambos casos porque fue dolorosa e incómoda.  Porque al mes de nacidos les di chupón para entretenerlos y así yo poder dormir de seguido. Porque no hice colecho. Porque si no había jugo y comida casera les daba Coca-cola y Gerber. Porque decidí volver a trabajar y se fueron a la guardería;  el primero al año y medio, la segunda a los 6 meses. Porque después asistieron a escuelas de medio internado. También los hice pasar por un divorcio.  Había que estar muriendo para faltar a la escuela y cambié lunch por dinero. Cuando cumplieron 12 les hablé de drogas y sexo, les enseñé a freír un huevo y a lavar su ropa interior.  Hoy día sigue vigente la cantaleta de: ponte un suéter y están advertidos que en mi jubilación no cuidaré nietos.

Es seguro que alguna vez los herí con mis palabras o con alguna actitud.  En mi defensa diré que todos actuamos de acuerdo a las herramientas emocionales con que contamos; en función de nuestras luces y sombras, de nuestros miedos y fortalezas. Pero, principalmente, procedemos de acuerdo a las circunstancias que la vida nos pone enfrente.

Mala, pero llena de amor

niña, mamá, madre del año, hijosLlena de fallas, pero también de amor velé con devoción cada fiebre y enfermedad. Asistí puntal a cada cita médica.  Haciendo malabares conseguí infinidad de disfraces y no perdí un solo festival escolar. La primera en las juntas de padres de familia y firma de boletas era yo. También la que remendaba pantalones nuevos, víctimas del fútbol; además de conseguir cartulinas blancas en domingo por la noche.

Fui portera, participé en una banda musical de ollas de cocina e igual comí extrañas cosas. Me aprendí de memoria los diálogos de las películas infantiles y las canciones de Barney.  Por supuesto las noches eran para, después de revisar la tarea, acostarnos todos juntos a ver Pokémon.

Moví el mar, el cielo y la tierra para que en las malas épocas ellos no perdieran la sonrisa y la esperanza. He secado lágrimas y arreglado corazones rotos lo mejor que he podido.  También he pasado noches en vela esperando su regreso.

¿Pude haber hecho algo diferente?

Tal vez.

Tal vez puede ser la madre perfecta y lactar indefinidamente; pero no se dio y eso no significa que no los alimentara pegados a mí sosteniendo su biberón.

Tal vez pude haber renunciado al trabajo fuera de casa; pero quise que aprendieran que cada quien es libre de elegir la manera en que se siente realizado, útil y pleno.

Tal vez pude evitarles el doloroso proceso de una separación; pero les enseñé que, en una pareja, el respeto es la base, que nadie debe quedarse en donde ya no lo quieren, que el amor no lastima.

Tal vez pude ser alcahueta y no asignarles responsabilidades y obligaciones; pero aprendieron que ser puntuales y cumplir con sus tareas les daba la base para su futuro.

Tal vez debí evitar hablar con todas sus letras de sexo y drogas cuando eran pubertos; pero evitó que cometieran un error sólo por pertenecer.

Tal vez pude exigirme tener comida lista y ropa limpia para que ellos «no batallaran»; pero hoy tengo la tranquilidad que no mueren de hambre y andan limpios esté o no esté yo.

Tal vez pude negarme al amor de nuevo; pero eso les permitió entender que ser madre no significa dejar de ser mujer y que todos merecemos amar y ser amados.

Sí, tal vez pude haber hecho las cosas distintas pero afortunadamente no las hice; porque hoy veo a dos jóvenes adultos cumpliendo uno a uno sus sueños. Haciéndose responsables de sus actos y decisiones, con metas claras y dispuestos a pagar el precio que se tenga que pagar para lograrlo.

Soy la madre más orgullosa, feliz y bendecida de este mundo porque yo sí tengo a los hijos del año.

P.D.  Sobrevivieron a la ingesta ocasional de comida chatarra, se graduaron con honores y ninguno tiene algún daño psicológico más grave del que tenemos todos. 

A ustedes  ¿cómo les fue en la feria?

 

 

 

 

2 Replies to “La madre del año… Esa no soy yo”

  1. El mejor indicador para saber si fuiste una buena madre (o un buen padre) es haber criado adultos responsables, que llegado el momento, abandonaran el nido para vivir su vida.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.