Terremoto, antes y después de él.


Terremoto

TerremotoTerremoto es la palabra, creo sin temor a equivocarme, la más buscada, leída, escrita, oída, etc. de las últimas semanas. Los acontecimientos del 19 de septiembre pasado en México, nos dieron una sacudida no sólo de la tierra, sino también del alma, de la conciencia.

Voy a confesarles el por qué de mi ausencia durante un mes. A mi me empezó a temblar dos semanas antes.

Para finales de agosto, mi sobrina, aquella que estaba por convertirme en tía abuela, en sus últimas semanas de embarazo comenzó con dificultades serias de salud.

Mi mamá y una de mis hermanas, por culpa de personas abusadoras, arribistas y locas, tuvieron que salir intempestivamente de su departamento, o su vida y pertenencias corrían peligro.

Ambas cosas, rompieron la paz de toda la familia. Cada quien haciendo lo que podía para ir resolviendo. Fueron dos semanas muy movidas y estresantes.  Afortunadamente, todo se resolvió, mi sobrina y su bebé, están en casa y bien; mi mamá y mi hermana, ya están instaladas en otro departamento.

Una vez «relajada», la respuesta lógica del cuerpo, comencé con una gripa monumental einfección en la garganta. Pasaron dos semanas, y los medicamentos simplemente no hacían efecto.

Rematando el cuadro, mi jefe se fue de viaje, y dijo «le encargo el changarro»  y no, no es que no pueda con el paquete, he tenido esa responsabilidad varias veces, pero la carga de las semanas pasadas me tenían debilitada.

Y entonces…

Y así, enferma y cansada, me encontraba en la oficina la tarde del 19 de septiembre, después de haber realizado el simulacro, que a nosotros nos toma muy poco tiempo porque estamos en planta baja, seguimos con nuestras labores.  Cuando de pronto alguien dijo, está temblando, al mismo tiempo que se activaba la alerta sísmica.

Mi ritual de evacuación, tomar mi bolsa, mi celular y a correr.  Literal de la oficina a la puerta de la calle no deben ser más de 10 segundos y cuando jalamos la puerta de cristal se estrelló.  En ese momento dije, ya valió. Parados en digamos, la zona segura enfrente del edificio, veíamos como chocaba con el de junto. Y yo juraba que se caía.

Pasado el temblor, los dueños del edificio nos pidieron retirarnos para que ellos pudieran evaluar los daños.  Nos permitieron entrar a la oficina de dos en dos, solo a recoger efectos personales. Uff, muchas paredes cuarteadas, polvo, cuadros y cosas fuera de su lugar. Yo, que no había podido comunicarme con toda mi familia, me estaba poniendo muy nerviosa,  así que solo recogí un par de cosas que me permitieran trabajar desde casa y corrí a la calle para ir a ver a los míos.  No pude llegar a casa sino caminando, era más rápido que meterse al tráfico. Aún cuando trabajo en una de las zonas afectadas, a mi alrededor no hubo derrumbes.  Hasta que estuve tranquila, en mi hogar y sabiendo bien a mi gente cercana, fue que me comencé a darme cuenta de la magnitud del desastre.

No las voy a aburrir con todo el relato, lo que quiero resaltar de esto es que, a mis dos malas semanas, se agregó la tristeza y la preocupación por las personas que se vieron directamente afectadas, de la gente que conozco, gracias al cielo ninguna murió, pero sí algunas de ellas quedaron sin casa, sin pertenencias.  Súmenle miedo y paranoia.

Les juro que me cuesta tanto despertar temprano. Tengo algo así como un cansancio permanente. Desmotivada.

Obligarse a seguir

Sin embargo, todo este sacudidón emocional y físico, también me dejó varias lecciones.

De los problemas antes del temblor, me di cuenta que en familia todo es más fácil de solucionar, y que, lo que no está en nuestras manos arreglar, por lo menos un hombro donde descansar, hay.

Con el terremoto muchas cosas volvieron a mi mente de aquel 19 de septiembre de 1985, y felizmente me doy cuenta que nuestro espíritu de solidaridad, de apoyo y de reacción como sociedad y país, sigue intacto en nosotros «los viejos» y que lo hemos transmitido bien a nuestros «millennials» hijos, que dieron ejemplo de amor al prójimo, de organización y trabajo en equipo.

Así que, ¡A sacudirse! me dije.

Y heme aquí volviendo a escribir en este mi blog que tanto quiero.

Comprometida con una iniciativa lanzada por un buen amigo y a la cual las invito a que se unan.  La gente afectada por el terremoto va a necesitar ayuda por mucho tiempo, y estoy convencida que para agradecer que estamos bien, la mejor forma es ayudar.  Volver a la normalidad de nuestra rutina es necesario, no es egoísmo, no vamos a olvidar lo sucedido, pero estar bien, nos permitirá transmitir bien a los demás.

Vean este video

 

¿Qué dicen? ¿ Se suman?

Por cierto, la enfermedad cedió con un antialérgico, antiinflamatorio esteroideo y antihistamínico.

Mi sobrino nieto, acaba de cumplir un mes, y está cada vez más bello.

Mi mamá y hermana ya adaptadas a su nueva morada, tranquilas.

Dicen y dicen bien que:

«En los contratiempos, sobre todo, es en donde conocemos todos nuestros recursos, para hacer uso de ellos.»  Quinto Horacio Flaco.

Gracias por estar aquí y leerme de nuevo.

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