Un día como hoy


Desde un suceso pequeño hasta un gran acontecimiento, cualquier evento puede transformar un día común en una fecha histórica para una nación e incluso para la humanidad.

Un 25 de julio de variados años…

Nació el escritor de origen sefardí, Elías Canneti, a quien la academia sueca le reconoció los valores literarios de su prosa y su profundo sentido artístico valiéndole el Premio Nobel de literatura por su obra «Masa y poder», un ensayo que le costó veinte años de estudio.

Louis Bleriot desafió los límites de la época al cruzar el Canal de la Mancha, en un avión más pesado que el aire. Su valentía y destreza marcaron un hito en la aviación, demostrando que los cielos podían unir tierras distantes y que los sueños de vuelos de larga distancia estaban al alcance.

Bob Dylan cambió el curso de la música popular como quien obliga a un gran río a correr en dirección contraria, tocando una guitarra eléctrica Fender Stratocaster, en el New Folk Festival. Lo abuchearon, pero no se detuvo.

Inglaterra vio nacer a Louise Brown, la primera bebé concebida mediante fertilización in vitro. La bebé de probeta le apodaron. La ciencia se anotó un gran avance y dio esperanzas a quienes sentían tener una familia incompleta.

El vuelo 4590 del Concorde de Air France se estrelló en las afueras de París, ciento nueve supersónicos viajeros no volvieron a casa y el avión más rápido del mundo comenzó a despedirse del cielo.

WikiLeaks da a conocer los secretos sobre la invasión a Afganistán, vulnerando al país más poderoso del mundo. Horrores de guerra. En esta era ya nada puede ser ocultado. Para bien o para mal.

¿Adivinaron, verdad? Nací un 25 de julio, y me dio curiosidad qué acontecimientos mayúsculos sucedieron, como se dice en los títulos de las efemérides: Un día como hoy…

Entre eventos felices, trascendentales y otros de franca desgracia lo que sucede es la vida; para grandes personajes o para los millones de simples mortales que compartimos cumpleaños: metas logradas, sueños cumplidos, caídas estrepitosas. La paz, la guerra, el progreso.

Así han transcurrido mis 58 años, de momentos buenos, no tan buenos y, muchos, extraordinarios. Triunfo, fracaso; avanzo, me detengo; subo, bajo; todo siempre dejando el corazón en cada paso.  Reconociendo que nada es permanente y que hay que adaptarse. Que cambiar está bien y ser prioridad todavía es mejor.  

No pienso en cuánto tiempo me queda, me enfoco en darle sentido a cada día: aprendiendo, leyendo, trabajando, pasando tiempo en familia, viajando, descansando. A mi ritmo y a mi antojo.

¡Quiero vivir, en todo el sentido de la palabra, hasta morir!

Dicho lo anterior, ¡a celebrar!

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