¿Dónde está mi mamá?


No hace falta que la vea para saber dónde está mi mamá.

Mi mamá está en cada jabón Maja que encuentro en las tiendas y en el olor a mole de olla que preparo con su receta.

La escucho en las canciones de Alberto Cortez y en el rock and roll que me enseñó a bailar.

Mi mamá está en mi primer viaje a Acapulco y en la emoción de mi primer vuelo de avión.

La pruebo en un dulce de leche y un borrachito.

Mi mamá está en un tinte negro y en mi castaña coquetería.

La huelo en un Caleche de Hermés y un Femme de Rochas.

Puedo percibirla en el humo de en unos Marlboro light y saborearla en un Di Saronno en las rocas.

Mi mamá está en unas jaibas rellenas a la tampiqueña de La Marinera y en el arroz con leche, muy dulce y sin pasas.

Su amor se enredó en cada derecho y revés que tejió para hacerme un traje de baño y en las cobijas que arroparon a mis hijos.

Está en mi ombligo, testigo del lazo que nos unió y que hoy, invisible, nos mantiene conectadas. Está en mi sangre, en la mitad de mi ADN y en mis piernas delgadas. Mi mamá está tatuada en mis recuerdos.

Está en la tenacidad de mi carácter, en mi valor y en mi manera de tomar la vida.

Mi mamá es la historia de mi nombre.

Oigo su voz decir “¡tú puedes!” cuando las circunstancias me ponen el pie hasta caer. “Y si no puedes, ¡aquí estoy hasta que puedas!”

Mi mamá está en todos los pasos que di para llegar hasta donde estoy.

Quisiera verla más, pero no hace falta para saber dónde está para saber que estará siempre junto a mí y en mí.

Te amo, mamá.


 

 

 

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