Velocidad 4x


Velocidad 4x

“Mónica, no me dejes aquí” me decía Alexis, la primera vez que lo dejé en la guardería a sus dos años.

Fueron sólo un par de días con nuestros corazones cuarteados, y de ahí en adelante siento que la vida pasó como película en velocidad 4x: veo cada sentón que se dio mientras aprendía a caminar, el día en que cayó a una fuente, su almohada favorita que convirtió en trapo apestoso y que yo tenía prohibido lavar; los pantalones escolares rotos víctimas de una barrida en el futbol, y el vómito después de un atracón de Sonrics en un Halloween. Y no faltan todos los festivales escolares con cantos, bailes y disfraces.

Lo miro con su enciclopedia infantil memorizada a una sola leída, con su cara de odio al melón, con el uniforme de secundaria, con los jeans y sudadera que usó el primer día en la universidad. No pasan de largo las muchas veces que lo vi recibiendo un diploma a la excelencia.

Es de personalidad algo introvertida, no habla mucho, pero sus ojos son un libro de emociones.

Nadie disfruta tanto de su trabajo como él. 

Con determinación, disciplina y una mente soñadora logró ser el hombre del que tan orgullosa me siento hoy. 

Todos y cada uno de sus triunfos y luchas están guardados en mi memoria, y puede que esta algún día me falle, pero el alma nunca olvida.

De pedir que no lo abandonara, hoy sin problema viaja solo por el mundo, con una inagotable hambre de experiencias.

Hijo mío, sigue aprendiendo, sigue cantando y viajando, cumple nuevas metas, fabrica otros sueños, baila, sonríe.

¡Felices 30!

Te amo.

P.D. Ya no me dice Mónica, ni mamá, ahora soy “madre”.  

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