¡No quiero ser una guerrera!


El cáncer no es una guerra, no es un designio de Dios y tampoco es una prueba. Es un proceso y como tal hay que transitarlo.

Estoy cansada de escuchar frases como “eres una guerrera”, “Dios sabe porqué hace las cosas”, “es sólo otra prueba”, “tú puedes”.

Tengo 45 años, y si alguien ha pecado de cuidadosa y prudente con su salud, soy yo. Llevo una alimentación equilibrada, no fumo ni tomo, hago ejercicio de forma regular y me hago un chequeo médico cada año desde que cumplí 25. Llegados los 40, a los estudios sumé una mastografía.

Hace tres meses asistí a la consulta regular con mi ginecóloga, durante la exploración física de senos vi su cara tornarse seria, llevamos muchos años de relación médico paciente y también de amistad, así que conozco muy bien sus expresiones.

—¿Pasa algo? Le pregunté esperando un “no” por respuesta.

—Siento un bulto del lado izquierdo. Dijo, tratando de quitarle importancia a su afirmación.  Pero puede ser grasa o un quiste, o quizás, parte del desajuste hormonal de la premenopausia; si no mal recuerdo ya te toca la masto, házte una de tipo diagnóstica, junto con un ultrasonido mamario. No adelantemos vísperas.

¡Claro! Te dicen no te preocupes y eso basta para que olvides el asunto, cómo no. 

Al día siguiente agendé la cita en los servicios de radiología, logrando un lugar hasta la semana siguiente, misma que pasé tocándome el pecho y mirándolo en el espejo mientras me repetía “yo no me veo nada, no me siento nada”.

Los resultados le fueron enviados a mi ginecóloga directamente. Me llamó un lunes por la mañana para decirme ¿puedes venir hoy mismo?.

Cáncer de mamaLlegué tarde a la cita porque la ciudad estaba desquiciada con una de esas tormentas de octubre. No me sirvió el paraguas que usé al bajarme del coche y subí al consultorio con la ropa y el miedo empapados.

Las imágenes sostenidas en un cuadrado de luz indicaban anormalidades sólidas en el seno izquierdo, sugiriendo complementar con una biopsia. 

No dije nada a nadie, hasta confirmar el diagnóstico. ¡Carajo! ¡Nadie debería pasar por esto sola! ¡Pero yo y mi manía de evitar ser la preocupación de los demás!

En otro día lluvioso me confirmaron el diagnóstico: Carcinoma ductal infiltrante. Hay que hacer una mastectomía completa y quimioterapia.  

En ese instante se me abrió un boquete en la boca del estómago, como si me hubiera caído un meteorito gigantesco, incluso, sacó el aire de mis pulmones.

Ya no podía pensar mas que en la enfermedad y la tortura que me esperaba. Sólo pasaban por mi mente películas de catástrofe, destrucción y muerte.

Lloré hasta secarme como las hojas que tiró ese otoño, listas a romperse al primer pisotón.  Después avisé a mi familia y amigos. 

Entre laboratorios clínicos y cuartos de hospital, repaso mis pendientes por si acaso: bancos, seguros, qué será de los niños y de todos los sueños que tengo por cumplir.

Quizás la gente no lo hace con mala intención, pero estamos llenos de optimistas patológicos. Pienso que la verdad es que no soportamos el dolor ajeno, decimos “vas a estar bien” porque no sabemos hacernos cargo de que alguien esté mal. Si lo vemos sonreír y sin quejarse, entonces nos quita el peso de tener que sufrir con él.

Le aseguramos al enfermo que es fuerte, que es un guerrero, que él puede, que Dios, que el destino, y no falta el que dice que pienses positivo porque la negatividad te causa el cáncer.

¡No, por favor, no!  

¡No quiero ser una guerrera, no tengo ganas de luchar! 

¡No, no me digas que Dios sabe lo que hace! ¿Por qué me lo hace a mí que me cuido tanto?  Siempre me tocaba, me revisaba, iba al médico, con campañas rosas o del color que fueran, de por medio. 

¡No, no me digas que yo puedo! No me des más carga de la que puedo soportar. ¿Entiendes que no siempre querer es poder? ¿Y lo infeliz que me sentiré por no estar“luchado lo suficiente”?

¡No me digas que tengo que ser positiva mientras tengo que ver todos los días en el espejo mi cuerpo mutilado! 

¡No, no me digas nada de eso!

Lo único que quiero, es que me escuches mientras te cuento de mis angustias. Quiero que te quedes en silencio o quedarnos callados los dos, comunicándonos con los ojos y el lenguaje de los abrazos.

Acompáñame a una sesión de quimio y, en esa hora que pasa por mis venas el veneno que podría darme vida, léeme un libro, masajéame los pies, cuéntame historias divertidas.

Tráeme un caldito de pollo que me espante las náuseas.

Regálame el gorro más femenino que encuentres, para que no eche de menos mi cabellera rizada.

Yo te prometo a cambio que haré lo que tenga que hacer para transitar este proceso, sea cual sea el final. Que sufra, que tenga miedo, que llore, que me queje no significa que me esté dejando morir.  Lo único que quiero es sentirte a mi lado.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.