Símbolos universales

Mariposa, metamorfosis, transformación, Nabokov, literaturaVivimos rodeados de símbolos, miles de ellos; tan antiguos como la humanidad misma. Palabras o  imágenes relacionadas con valores y necesidades que son comunes a todos nosotros.

Mi historia de vida me ha llevado a adoptar un favorito: la mariposa; que a través de la metamorfosis representa transformación y evolución. 

Así que, cuando en un ejercicio literario me fue encargado utilizar un símbolo universal no tuve duda de qué trataría mi relato. Lo comparto con ustedes.

Nabokovia

–¿Ya saben quién es?

–No jefe, no trae encima ninguna identificación, tampoco encontramos celular. ¿No parece de aquí verdad?

El sargento Ramírez y el oficial Romero caminaban dando vueltas observando el cadáver de la mujer que habían encontrado en el parque boca abajo y con la ropa intacta. No había sangre ni arma ejecutora.

Esa noche el cielo asemejaba a pintura derramada, mezclándose el azul con rojo, en pedazos tornándose morado salpicado ligeramente de brillantina plateada. Era raro presenciar ese paisaje en plena primavera citadina.

El forense prendió la grabadora digital, único testigo de su labor, antes de comenzar la disección: “Cadáver femenino de entre 35 y 40 años, 1.70 m. de estatura, caucásica, ojos azules y cabello rubio; presenta cicatrices de cirugía previa en brazo derecho, quemaduras antiguas en brazos, abdomen y piernas. Por encima del ombligo hay signos de remoción burda de tatuaje. Exteriormente no se puede determinar causa de muerte”

La miró de nuevo mientras preparaba el bisturí que descubriría su interior, y en voz apenas audible le dijo: ¿Qué fue lo que te pasó?

Pero Nabokovia no podía decirle; él nunca adivinará que la cirugía en su brazo fue para reparar la fractura que sufrió cuando rodó por la escalera una de las tantas veces que la empujaron; que las quemaduras eran la señal de las infinitas ocasiones en que su padre y sus amigos, en medio del delirio etílico, la usaron como cenicero mientras la abusaban.

Cuando rebane los hemisferios cerebrales en delgadas hojas, no será un libro donde estén escritas las palabras: fea, tonta, estúpida y buena para nada. Seguro saldrá una cantidad inusual de líquido encefaloraquídeo, quizás el cerebro llora.

Sus ojos tal vez tengan capturados en las pupilas el cielo y los prados que Nabokovia contempló, cuando junto con su madre iba al campo y podía olvidar el infierno. Su principal interés se fijaba en observar crisálidas. Podía quedarse inmóvil sin noción del tiempo esperando la suerte de verlas reventar. Hallaba inexplicable y mágica la transformación de un bicho horrible atado a la tierra a un colorido ser alado en libertad.

Cuando se la llevaron de casa al otro lado de mundo vendida al mejor postor, el averno fue el mismo, sólo cambió el demonio. En un acto de rebeldía decidió poner en su vientre la marca indeleble de aquello en lo que esperaba convertirse, pero igual que la dignidad y la valía, eso también le fue arrancado.

No, el médico no sabría jamás nada de eso. Deslizó el bisturí de norte a sur, abrió con pinzas de este a oeste. Junto con las entrañas comenzaron a borbotear cientos de capullos sobre la plancha, que uno a uno fueron explotando. Aventó los instrumentos y ante sus ojos, el invierno de la morgue se convirtió en un cuadro primaveral saturado de mariposas.

Al fin Nabokovia había completado su metamorfosis.

Mónica Moreno 

 

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