Soy Mónica y mis hijos son millennials

Mis hijos nacieron a mediados de los 90, así que puedo decir que son de los últimos millennials llegados al mundo.

Esta generación de adultos jóvenes es quien ahora lleva el protagonismo en el ámbito social, económico y hasta político. Es por eso que vemos, leemos y escuchamos tanto de ellos.  Sociólogos, psicólogos, empresarios, marcas, padres de familia; todos tienen una opinión al respecto. Me parece que los ven como bichos raros, y en muchos casos, los satanizan.

Y no, no estoy de acuerdo.

Uno de los rasgos que caracterizan a ésta generación es sin duda, la definición que tienen del éxito.  La meta ahora ya no es casarse, tener hijos, trabajar en una gran empresa, etc. Ahora es importante preparase bien y ganar dinero, pero en lugar de invertir en cosas, lo hacen en experiencias; como los viajes, la buena comida o los espectáculos. Son mucho más conscientes de su entorno, y del medio ambiente, de su salud. Posponen el matrimonio y los hijos.

Por ello, los acusan de irresponsables, egocéntricos, inmaduros e individualistas, que no se esfuerzan y buscan conseguir todo de manera inmediata. Nosotros teníamos otros ideales, buscábamos la realización y el éxito en el trabajo duro;  en crear una familia. Pero las cosas cambian.

«La juventud de hoy ama el lujo. Es mal educada, desprecia la autoridad, no respeta a sus mayores, y chismea mientras debería trabajar. Los jóvenes ya no se ponen de pie cuando los mayores entran al cuarto. Contradicen a sus padres, fanfarronean en la sociedad, devoran en la mesa los postres, cruzan las piernas y tiranizan a sus maestros». Eso decía Socrates hace 2,500 años, quejándose de jóvenes como Platón y Aristóteles…

Como cada generación, ellos han venido a rebelarse contra lo establecido por las anteriores. Todos lo hicimos.  La diferencia es que ellos tuvieron como arma de lucha la revolución digital. Y eso ha definido su personalidad. Ahora no saben vivir sin un «smartphone». No conciben el mundo sin internet. ¡Vaya! No saben ni parar un taxi en la calle o llamar a un sitio de radiotaxis -¿Para qué, si una app te manda un carro particular a la puerta de tu casa?-.

Sus padres, quienes somos Generación X, sabemos el trabajo que nos costó adaptarnos al avance tecnológico , ellos ya son conocidos como nativos digitales.

¿Y si en lugar de pelar, conciliamos? ¿Aprendemos?

Como madre, vas educando y formando de acuerdo a tus valores y experiencia. Pero cuando crecen y sus personalidades se afianzan, cuando el mundo que los rodea es tan distinto a aquel en el que tu creciste, tienes dos opciones: Te adaptas, y con ello los acompañas, los guías y aprendes de ellos; o, reniegas, y así te apartas y abres una gran brecha.

Así que fui por la primera.  No digo que no hubo y hay cosas en las que no estamos de acuerdo. A veces iban más rápido que yo. La clave estuvo en aceptar que definitivamente perciben el mundo muy distinto a como nosotros lo hicimos en nuestra juventud. Y en lugar de pelear, concilié, puse límites y reglas, pero los dejé ser. Me metí de lleno al mundo digital y pude advertirles de peligros, pero descubrí las bondades de ello. Todos ahora somos dependemos de la tecnología.

También me han enseñado a relajarme más, a ver la vida con otros ojos. A pensar más en mí.

La base ha sido el RESPETO. El mediar y mezclar lo mejor de cada generación.  Porque cada generación ha tenido sus errores pero también grandes aciertos. Padres tiranos o laxos, jóvenes irresponsables o dechados de virtudes, los ha habido siempre.  No se trata de que alguien sea el villano y otro la víctima.

Hoy puedo decir que a pesar de todas las diferencias que podamos tener, no tengo queja de mi par de millenials. Son inteligentes, exitosos y van hacia arriba (Habló la mamá cuervo, jijiji).

En todo caso, si efectivamente ésta generación fuera «la peor de todas», nos queda un consuelo: pagarán con la siguiente. (Frase que se ha repetido cada generación).

¿Me cuentan cómo les ha ido a ustedes?