Una cosa llevó a la otra


cocina, desorden, orden, limpieza, emociones, limpieza mentalTodo comenzó hace un mes exacto, sacudía una repisa llena de especieros, vasos y frascos de cristal; no apliqué fuerza extra ni añadí peso excesivo; dos trapazos y la vi desprendiéndose de la pared. Traté de sostenerla pero el esfuerzo fue inútil y el desastre inminente: vidrios mezclados con orégano, pimientas gordas, sal marina y consomé de pollo se esparcieron por el piso de la cocina.  Frustrada, comencé a limpiar y a salvar lo que podía. Después de una hora, ya en franca resignación por lo perdido, la mano derecha estaba hinchada y adolorida.

Tras dos semanas de antiinflamatorios  la mano mejoró, no así la incomodidad que me causaba ver el desorden y el poco espacio en la mesada, que dejó la ausencia de la repisa.  Mi hábito de recorrer todos los pasillos del supermercado, aunque vaya sólo por comida, puso ante mí la solución: un bonito anaquel de aluminio que suplió a tres entrepaños y a un mueble reciclado para el microondas.  

Huracán «Mónica» Categoría 5

No sé si ese fue el detonador o que estoy próxima a arrancar el cronómetro que medirá mis siguientes 525,600 minutos o, que en realidad estoy usando la casa como excusa para despejar y ordenar mis ideas, mis sentimientos, mi vida; pero después del incidente en la cocina los vientos huracanados de mi determinación han arrasado con cada habitación, en mi hogar y en mi mente. No, no es que fuera desordenada, es que iba dando soluciones parciales y momentáneas en ambos casos.

Tampoco es que Marie Kondo me haya poseído, tengo mi propio método y no es tan sutil.

¿Me sirve? ¿Lo voy a volver a usar? ¿Ya no funciona? ¿Me aporta tranquilidad, felicidad, placer? ¿No? ¡Adiós, se va a la basura!

¿Quita espacio? ¿Cumplió su cometido? ¿Me ata al pasado? ¿Me angustia? ¿Me tiene harta? ¿Sí? ¡Al carajo!

Por la puerta del departamento han salido muebles, ropa, trastes, medicinas caducas y sábanas viejas; mi prejuicio a usar un suéter y labial rojo, la pena de ir sola al cine; expectativas inútiles acerca de personas o situaciones, se fueron también.

Me ha costado muchas horas sin dormir, un esfuerzo físico superior a mis límites y algunas lágrimas que, al final sirvieron para drenar pesares rancios. De la misma manera he ganado, ahora sé usar una llave Allen y armar un librero sin que me sobren piezas; tengo una gaveta vacía en el closet y sábanas nuevas. Reordené mis prioridades, en adelante, le daré a cada cosa y a cada quien el espacio, el tiempo y atención que se merezcan, empezando por mí.

 

 

 

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