Amigas

«Puedes pasar mucho tiempo sin saber de alguien, pero si es tu amigo, seguirá siéndolo para siempre»

Días de compartir un salón de clases, de miradas cómplices en un examen, de ruidosas risas sentadas en una jardinera cuyos árboles nos sorprendían lanzando gusanos azotadores sobre nosotros.  Meses que se acumularon formando años, donde ser compañeras de banca se tornó a ser compañeras de vida.

Graduaciones, viajes, bodas, nacimientos, pérdidas, bautizos y cumpleaños nos llenaron la memoria y el alma de momentos disfrutados y sufridos. Sin embargo el huracán llamado vida a veces nos arrastra por diferentes direcciones y de manera no voluntaria perdí contacto con  ese par de incondicionales.

No vi crecer a sus hijos, ni ellas a los míos; no estuvimos juntas para sostenernos cuando pasamos por un divorcio, cuando enfermamos o cuando el dinero escaseó.

Veinte años tuvieron que pasar para que nuestros caminos convergieran de nuevo, pero ni un par de arrugas y algunas canas impidieron reconocernos, fue como si el tiempo se hubiera congelado y la última conversación puesta en pausa continuará como si nada.

Pero ahora es mejor, porque todas las alegrías gozadas y las heridas sufridas nos dieron sabiduría y madurez.  Ahora con más fuerza podemos apuntalarnos si nos estamos derrumbando, aconsejarnos mejor cuando las dudas asalten e impulsarnos y alegrarnos por cada triunfo conseguido.

Ya tenemos la edad para sin empacho hablar de nuestros amores, de nuestras filias y fobias, de nuestras frustraciones, de nuestros más íntimos deseos; como siempre, sin juzgarnos.

Ya no hay más bancas escolares, y las apenas adolescentes sentadas en una jardinera no están más. Ahora hay tres mujeres departiendo ante una mesa con una copa de vino, orgullosas de quien son; tejiendo nuevas memorias e instantes inolvidables. Con el cariño intacto en las palmas de las manos, listas para ofrecerlas cuando se requiera.

Y no nos vamos a soltar nunca más.