Mi nueva normalidad


¿Nueva normalidad?

Cuarentena, Nueva normalidad, normalidad, COVID19, coronavirus, esperanzaQue en el futuro habrá una nueva normalidad, dicen. ¡Ja! Perdón, yo tengo otros datos. Mi nueva normalidad empezó desde el momento en que empaqué una computadora, una caja de documentos y cerré la puerta de la oficina sin saber cuándo volvería. Comenzó justo cuando llegué a casa y me confiné. 

Mi nueva normalidad se define en trabajar desde la mesa del comedor, a ratos enviando mails para mantener las relaciones comerciales que garanticen el sustento, a ratos lidiando con la cocina en su ciclo infinito de cocinar-comer-lavar.

Lo usual hoy es tener entre mi colección de libros autografiados del librero de la sala, un sobre con los documentos del seguro de vida, el carnet médico, los contratos bancarios y, a falta de testamento, una hoja escrita con las instrucciones precisas de mi última voluntad. Más vale que esté a la mano.

Lo natural ahora es que nadie entre a mi casa y que las que estamos dentro no salgamos. Mi hogar se convirtió en una prisión elegida sin derecho a visitas, y mi único lugar seguro.

Coronavirus, COVID-19, nueva normalidad, normalidad, cuarentenaHoy, lo regular es que todas mis compras sean en línea o telefónicas y el centro comercial mida entre nueve y catorce pulgadas, dependiendo del dispositivo que use; privándome del gusto de elegir los mejores aguacates y pedir el jamón delgadito, o de pasar horas en un probador decidiendo entre comprar un vestido o un pantalón.  Lo normal ahora es lavar los huevos y el empaque del papel de baño; desinfectar la ropa y los picaportes.

Habituales son mis juntas de trabajo o celebraciones vía Zoom, para seguir sintiéndome parte del grupo; o intentar, con una sonrisa y voz optimista, hacerle saber a mi familia y amigos el gusto de ver su cara, porque los besos y los abrazos ya no son normales.

Mi cotidianidad es ir a la cama algunas veces con un nudo en la garganta y otras con los ojos anegados o un agujero en la panza. ¿Dormir?  No todas las noches.

¿Quién me diría que el mejor regalo un 10 de mayo sería no visitar a mi madre, ni recibir el abrazo de mi hijo?

Mi nueva normalidad es hacer todo lo anterior con una nube de miedo e incertidumbre sobre la cabeza, al pensar si este encierro es nada más esperar turno a que un hospital tenga espacio cuando me toque enfermar.

¿Cuando se nos permita salir voy a tener miedo del contacto piel a piel con mis amigos y mi familia? ¿Ellos van a querer por lo menos darme la mano?

Se me hunde el pecho de pensarlo.

Aún así, no puedo decir que todo es oscuridad. Tengo la fortuna de tener la compañía de mi hija. No sólo comparto la “oficina” con ella, también me dejo contagiar de su juvenil entusiasmo y esperanza para cuando “esto acabe”. En tanto estamos encerradas, seguimos yendo juntas de compras y, sin dar un paso, visitamos muchas tiendas y apostamos por cuál prenda nos lucirá espectacular; hay que tener renovado el guardarropa para los futuros compromisos.

Las ocasiones de compartir la mesa o de ver un programa juntas se habían vuelto escasas y hoy podemos darnos el tiempo de hacerlo a diario. Los fines de semana se convirtieron en días de Spa y cine con permanencia voluntaria. También nuestras respectivas listas de música se han enriquecido; ventajas de ser “todoyentes”.

Porque no vamos a salir al mundo todas maltrechas, nos hemos hecho de la asesoría virtual de un entrenador personal para ponernos en forma y porque es divertido oír tronar su rodilla mientras hace un desplante o que ella se carcajeé de mi total incapacidad de hacer una lagartija. El dolor físico aleja el dolor emocional.

La casa también ha sufrido sus cambios en aras de ser más funcional y acorde al reciente “uso de suelo”, y para estar más bonita cuando reciba visitas. Una vez más, sacar lo viejo para que quepa lo nuevo.

He encontrado felicidad en hacerme presente con un mensaje o con un regalo enviado por Uber y saber que del otro lado alguien se puso contento al recibirlo.

Me ilusiono pensando que pronto ese mensaje podré decirlo a la cara y que los brazos se me cansarán de tanto abrazar y que no ahorraré ni un beso. 

Son estas cosas y momentos las que mantienen mi optimismo encendido. Las que me hacen levantarme cada mañana, darme una arregladita y hasta usar perfume. 

Los cubrebocas serán tendencia de moda, así que estoy practicando el arte de sonreír con la mirada, porque ojos alegres vamos a necesitar muchos cuando salgamos a encontrarnos.

 

3 Replies to “Mi nueva normalidad”

  1. Que increíble no? cómo pasamos de 100 a 0. Describiste tal cual lo q pasa en la mayoría de nuestras casas pero me gusta que al final los cambios “negativos” son materiales y los positivos son personales, es decir, estás conectando con tu hija como todooyentes, con ejercicio, con movies rompiendo las brechas generacionales y conociéndose a otro nivel así me siento yo y me gusta pensar q una vez q podamos ver a los demás apreciaremos más esos detalles.

    1. Totalmente cierto, debemos hacer un esfuerzo por encontrar lo positivo en esto. aunque haya días en que la desesperación nos gane.
      Un abrazo, gracias por leer.

  2. Que increíble no? cómo pasamos de 100 a 0. Describiste tal cual lo q pasa en la mayoría de nuestras casas pero me gusta que al final los cambios “negativos” son materiales y los positivos son personales, es decir, estás conectando con tu hija como todooyentes, con ejercicio, con movies rompiendo las brechas generacionales y conociéndose a otro nivel así me siento yo y me gusta pensar q una vez q podamos ver a los demás apreciaremos más esos detalles.

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